El enano gigante y el gigante enano

Vivía hace años en un bosque una familia de gigantes tan bajos, tan bajos como enanos gigantes. Y vivía también, en el mismo bosque, una familia de enanos tan altos, tan altos como gigantes enanos. El bosque era tan grande que parecía no tener fin.
La familia de gigantes enanos vivía en el extremo oeste del bosque y la de enanos gigantes en el extremo este. Por eso las dos familias no se habían visto nu
nca.
Un día el hijo de los gigantes enanos dijo en casa que quería ver mundo. Tomó su bastón, su sombrero y su mochila y se despidió de sus padres.
Ellos le advirtieron:
- ¡Ten mucho cuidado! Dicen que al otro lado del bosque vive una familia de enanos gigantes y ya sabes que los enanos gigantes son nuestros peores enemigos. No te acerques allí.
Aquel mismo día, el hijo de los enanos gigantes, con su bastón, su caperuza y su mochila, se despedía también de sus padres dispuesto a ver mundo. Ellos le recomendaron al despedirse:
- ¡Ten mucho cuidado! Dicen que al otro lado viven unos gigantes enanos, y ya sabes que los gigantes enanos son nuestros peores enemigos.
De este modo, el gigante enano se fue en dirección este y el enano gigante se fue en dirección contraria, hacia el oeste.
Y después de mucho caminar, acabaron encontrándose justo en la mitad del bosque. Al verse se quedaron sorprendidos.
- ¡Hola!
- ¡Hola! ¿Adónde te diriges?
- Voy a ver mundo.
-Yo también. ¿Qué te parece si fuéramos juntos?
- Me parece una idea estupenda.
Se agarraron de la mano y, silbando alegremente por haberse encontrado, echaron a andar camino adelante.
Al caer la tarde hicieron fuego, comieron y se echaron a descansar. Entonces dijo el gigante enano:
- ¿Sabes una cosa? Ha sido una suerte que nos hayamos encontrado.
- Tienes razón. Hasta ahora siempre había creído que yo era el único enano de este bosque.
- ¿Qué has dicho? ¿Es que me has tomado por un enano?
- ¿Acaso no lo eres?
Aquello era una gran ofensa para el gigante. Y, de pronto, comprendió que su compañero no era como él, sino un enano gigante.
El enano se puso también de pie, rojo de indignación, porque se había dado cuenta de que su compañero no era sino un gigante enano.
Se quitaron la chaqueta, se remangaron y empezaron a pelear. Se apagó el fuego y todavía seguían peleando, y se hizo tan de noche que ya ni podían verse. Entonces interrumpieron la pelea y decidieron echarse a dormir y continuar la pelea a la mañana siguiente.
Pronto sintieron el frío de la noche y, sin abrir los ojos, fueron acercándose más y más uno al otro hasta que acabaron abrazados. Al despertar, sin embargo, se separaron bruscamente.
Sin decir ni una sola palabra fueron a lavarse a un arroyo y, al verse reflejados en el agua, cada uno pensó que allí estaba su enemigo. Los dos gritaron a un tiempo.
- ¡Ahora verás!
Y se lanzaron al agua. Pero lo único que consiguieron fue darse un buen remojón. Salieron del agua empapados y se miraron de arriba abajo. Uno de ellos dijo:
- ¡Qué tontos hemos sido! Yo no veo que haya ninguna diferencia entre nosotros.
Cuando sus ropas estuvieron secas, se vistieron poniéndose cada uno lo que más le gustaba. Y, agarrados de la mano, echaron a andar juntos, camino adelante.
Y cuando pasaban por algún pueblo, la gente les saludaba y decía:
- Da gusto ver a dos chicos caminando juntos tan contentos. Se nota que son buenos amigos.