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El planeta siguiente estaba habitado por un bebedor. 

-¡Bebo! -respondió el bebedor con tono lúgubre.

Fue una visita muy corta, pues hundió al principito en una gran melancolía.

-¿Qué haces ahí? -preguntó al bebedor que estaba sentado en silencio ante un sin número de botellas vacías y otras tantas botellas llenas.

-¡Bebo! -respondió el bebedor con tono lúgubre.

-¿Por qué bebes? -volvió a preguntar el principito.

-Para olvidar.

-¿Para olvidar qué? -inquirió el principito ya compadecido.

-Para olvidar que siento vergüenza -confesó el bebedor bajando la cabeza.

-¿Vergüenza de qué? -se informó el principito deseoso de ayudarle.

-¡Vergüenza de beber! -concluyó el bebedor, que se encerró nueva y definitivamente en el silencio.

Y el principito, perplejo, se marchó.

"No hay la menor duda de que las personas mayores son muy extrañas", seguía diciéndose para sí el principito durante su viaje.

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