El principito escaló hasta la cima de una alta montaña. Las únicas montañas
que él había conocido eran los tres volcanes que le llegaban a la rodilla. El
volcán extinguido lo utilizaba como taburete.
"Desde una montaña tan alta
como ésta, se había dicho, podré ver todo el planeta y a todos los
hombres..." Pero no alcanzó a ver más que algunas puntas de rocas.
-¡Buenos días! -exclamó el principito al azar.
-¡Buenos días! ¡Buenos días! ¡Buenos días! -respondió el eco.
-¿Quién eres tú? -preguntó el principito.
-¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... ¿Quién eres tú?... -contestó el
eco.
-Sed mis amigos, estoy solo -dijo el principito.
-Estoy solo... estoy solo... estoy solo... -repitió el eco.
"¡Qué planeta más raro! -pensó entonces el principito-, es seco,
puntiagudo y salado.
Y los hombres carecen de imaginación; no hacen más que
repetir lo que se les dice... En mi tierra tenía una flor: hablaba siempre la
primera... "