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- Recursos TIC >> APICULTURA EN LA ESCUELA >> Vídeo 3: “Así se hace la miel”
http://apiculturaenlaescuela09.blogspot.com/
- Lectura inicial: http://www.cienciapopular.com/n/Biologia_y_Fosiles/Curiosidades_de_las_Abejas/Curiosidades_de_las_Abejas.php
http://www.lunedemiel.tm.fr/es/07.htm
Sacado de: http://web.educastur.princast.es/cursos/cursowqp/aplic/matilde%20fernandez/elmundo.htm
1) Características generales de las abejas: forma
de vida, productos y polinización
http://www.ivu.org/ave/abejas.html
http://www.arturosoria.com/botanica/art/abejas.asp
2) La abeja reina
http://www.proyectosfindecarrera.com/abeja-reina.htm
http://es.wikipedia.org/wiki/Abeja_reina
3) Las abejas obreras
http://es.wikipedia.org/wiki/Abeja_obrera
http://html.rincondelvago.com/abejas_1.html
4) Las abejas zánganos
http://www.apihelmantica.com/html/biologia/biologia_sexual.htm
Para terminar (aclarar ideas-en resumen): |
III.- CUENTOS (“La abeja quejosa” – “La abeja haragana”)
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LA ABEJA QUEJOSA por
Paola Irene Carrizo. -Ooouuuufff! Qué
fastidio ...! limpiar y nada más limpiar, todo el
santo día. Ya estoy cansada! Qué cosa aburrida y
poco importante ...! Quién soy yo en ésta colmena ...? la que limpia, nada más. Y así diciendo, la abejita quejosa entraba
y salía de una celda, y luego de otra, y luego de otra más. Quitaba la
suciedad, los parásitos, los restos de comida. Y luego otra, y luego otra
más. - Aaaahhh ...!
cómo me gustaría ser una de las exploradoras,
una de esas que sale de la colmena y pasea al sol, eso sí que es divertido
...! pasear, volar, de flor en flor, sin preocupaciones, tomar rico néctar
fresco y pasear y no estar aquí, encerrada todo el día, limpiando nada más.
Cuándo me tocarán esas vacaciones? Solamente puedo
tomarme un descansito entre celda y celda. Cerca de ella, una abeja abuela exploradora seguía sus movimientos y sus quejas,
mirando por encima de sus anteojos de abuela. Miraba a la abeja basurera -que así se llaman a las abejas que limpian
las celdas- y sonreía. Y entonces, decidió hablarle. -Dime, niña ...
-empezó la abuela exploradora- por qué te quejas
tanto? El trabajo de basurera es el más corto en la colmena. En un par de
días, habrás dejado de limpiar las celdas y empezarás a cuidar a las orugas,
los bebés de la colmena. Y entonces, sí sabrás lo que es trabajar sin
descansar. -Y cómo es eso ...?
dijo la basurerita quejosa. -Oh, sí. Tu
trabajo es importante. Limpias las celdas de los bebés, limpias nuestra casa.
Nos libras de la suciedad, pero también alejas a los parásitos. Si te
descuidaras, los parásitos podrían invadirnos y acabarían prontamente con la
colmena. Tú nos proteges -dijo la anciana exploradora. -Aahhh ... -dijo la quejosa, a quien comenzaba a gustarle su
trabajo- de modo que yo sí soy importante. - Claro que sí. También limpias las celdas
para la miel, mantienes limpia nuestra comida. Si las celdas para la miel no estuviera en celdas limpias, todas nos enfermaríamos
-explicó la abuela-. - Aahh... ya
entiendo -contestó la abejita-. Pero, si soy importante, porqué me iré de
aquí en unos días? - Porque ahora estás trabajando, pero
también estás aprendiendo. Ves a las nodrizas,
las que cuidan a las crías. Mirando aprendes y tal será tu siguiente trabajo.
Los bebés necesitan de mucha atención, tendrás que limpiarlos y darles de
comer y créeme que los bebés no esperan ...! Deberás
ir a buscar comida a nuestro almacén. Aprenderás dónde están el polen y el
néctar y aprenderás a hacer diferentes papillas, una para nuestras hermanas
obreras, otra para los zánganos, otra para las futuras reinas. Sus comidas
son diferentes, ya sabes. También deberás vigilar que la basurera que te
reemplaza haya hecho bien su trabajo, o los bebés estarán en peligro. -Qué interesante -dijo la quejosita- qué
trabajo difícil ... empezó a reflexionar. -Claro -consintió la exploradora- pero aún
tienes mucho más que aprender. Cuando cuides a las orugas, aprenderás que las
celdas para todas ellas también son diferentes. Aprenderás que las celdas
para las reinas son más grandes y están sólo en la base de la colmena. Y
aprenderás que las celdas de los zánganos están a un lado, separadas de las
demás. Eso será importante para tu siguiente tarea. -Siguiente tarea?
-interrogó la basurera- cuál siguiente tarea? Ya
estaré bastante ocupada, tendré que hacer aún más? - Oh, sí,
deberás hacer aún más. Para entonces, ya habrás empezado a fabricar cera con
las glándulas que están en tu abdomen, del lado de abajo. Cuando seas una
abeja cerera comenzarás a fabricar y reparar las
celdas de nuestra colmena. Ya sabrás dónde están
cada una de ellas y cómo deben ser. Y tendrás mucho, mucho trabajo que hacer.
-Bien -dijo la basurerita-. Entonces,
habrá llegado la hora de jubilarme y descansar. - Claro que no -respondió la abuela-. Aún
deberás hacer más. Un poco después, te ocuparás de la importante tarea de
almacenar el polen y la miel que las exploradoras
traen del exterior. Y deberás tener mucho cuidado en tu tarea, si la haces
mal, la colmena perecerá de hambre en el invierno. -Bueno, eso sí que es difícil. Y entonces,
habré terminado? -Claro que no -repitió la abuela-. Para
entonces, estarás más fuerte y ya conocerás a todas nuestras hermanas de la
colmena. Eso te servirá para tu siguiente tarea, la de guardiana.
Estarás en la entrada de la colmena y vigilarás que ningún intruso entre a
nuestra casa. También recibirás a las exploradoras
y aprenderás las danzas. - Qué danzas son ésas?
-preguntó, curiosa, la basurera-. Yo sabía que ser exploradora era lo más
divertido. Acaso se van de baile? - Ningún irse de baile -contestó un poco
enojada, la exploradora- las danzas que
aprenderás te servirán para indicarle a las demás exploradoras dónde está la
comida. - Eeehh ... y cómo sabré yo dónde está la comida? Acaso nos dan
un mapa? - NO, señorita -contestó, otra vez, ya más
enojada, la exploradora- ESA será tu siguiente tarea.
Aprenderás la danza de las exploradoras cuando
seas guardiana. Luego, tú serás exploradora. Ese trabajo se confía a las más ancianas
y expertas. Antes, tendrás mucho, mucho que aprender. Vigilando la entrada de
la colmena, verás los movimientos del sol, verás cómo cambia con las horas,
con los días. Verás las flores, que son muchas y muy diferentes y verás que
todos los días, también cambian. Aprenderás a reconocer sus olores y los
olores del polen y del néctar de las diferentes flores, que las exploradoras
traerán. Aprenderás del frío y del calor, del viento y de la lluvia, de las
aves y de otros terribles enemigos que querrán comerte y a los cuales deberás
aprender a evitar, o a combatir. Cuando seas exploradora,
volarás fuera de la colmena, muy temprano en la mañana. Y mientras vuelas,
todo el día, sorteando todos los peligros que están allí afuera, deberás
buscar y deberás encontrar rico polen y néctar. Entonces, cargarás tus
cestillos, esos que tienes en tus patitas de atrás y regresarás de inmediato
a contar a tus hermanas, las otras exploradoras, que
has hallado lo suficiente para ese día. Todas juntas volverán al lugar que tú
hallaste y cargarán tus cestillos, una y otra vez, hasta caer el sol, de ida
y vuelta a la colmena. - Eehhh ..., no habrá forma de quedarme limpiando para siempre
las celdas ...? Quiero decir, ya me gusta este trabajo. Podría quedarme aquí
todo el tiempo. Seré una basurera modelo. Las celdas brillarán una vez que yo
haya pasado. -Claro que no -dijo, por última vez, la abuela exploradora-. Crecer es aprender, y aprender y crecer es ser responsable, cada vez, de tareas más difíciles. Y crecer y aprender es también enseñar. Cuando seas una abuela exploradora, como yo, le contarás a las basureritas quejosas esta historia. Esa será tu última tarea. Luego, ya podrás descansar. |
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Cuento sacado de:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaLatinoamericana/quiroga/abejaharagana.asp
LA ABEJA HARAGANA
Había una vez en una
colmena una abeja que no quería trabajar, es decir, recorría los árboles uno
por uno para tomar el jugo de las flores; pero en vez de conservarlo para
convertirlo en miel, se lo tomaba del todo.
Era, pues, una abeja haragana. Todas las mañanas, apenas el sol calentaba el
aire, la abejita se asomaba a la puerta de la colmena, veía que hacía buen
tiempo, se peinaba con las patas, como hacen las moscas, y echaba entonces a
volar, muy contenta del lindo día. Zumbaba muerta de gusto de flor en flor,
entraba en la colmena, volvía a salir, y así se lo pasaba todo el día mientras
las otras abejas se mataban trabajando para llenar la colmena de miel, porque
la miel es el alimento de las abejas recién nacidas.
Como las abejas son muy serias, comenzaron a disgustarse con el proceder de la
hermana haragana. En la puerta de las colmenas hay siempre unas cuantas abejas
que están de guardia para cuidar que no entren bichos en la colmena. Estas
abejas suelen ser muy viejas, con gran experiencia de la vida y tienen el lomo
pelado porque han perdido todos los pelos de rozar contra la puerta de la
colmena.
Un día, pues, detuvieron a la abeja haragana cuando iba a entrar, diciéndole:
-Compañera: es necesario que trabajes, porque todas las abejas debemos
trabajar.
La abejita contestó:
-Yo ando todo el día volando, y me canso mucho
-No es cuestión de que te canses mucho -respondieron-, sino de que trabajes un
poco. Es la primera advertencia que te hacemos.
Y diciendo así la dejaron pasar.
Pero la abeja haragana no se corregía. De modo que a la tarde siguiente las abejas
que estaban de guardia le dijeron:
-Hay que trabajar, hermana.
Y ella respondió en seguida:
-¡Uno de estos días lo voy a hacer!
-No es cuestión de que lo hagas uno de estos días le respondieron- sino mañana
mismo. Acuérdate de esto.
Y la dejaron pasar.
Al anochecer siguiente se repitió la misma cosa. Antes de que le dijeran nada,
la abejita exclamó:
-¡Sí, sí hermanas! ¡Ya me acuerdo de lo que he prometido!
-No es cuestión de que te acuerdes de lo prometido -le respondieron-, sino de
que trabajes. Hoy es 19 de abril. Pues bien: trata de que mañana, 20, hayas
traído una gota siquiera de miel. Y ahora, pasa.
Y diciendo esto, se apartaron para dejarla entrar.
Pero el 20 de abril pasó en vano como todos los demás. Con la diferencia de que
al caer el sol el tiempo se descompuso y comenzó a soplar un viento frío.
La abejita haragana voló apresurada hacia su colmena, pensando en lo calentito
que estaría allá dentro. Pero cuando quiso entrar, las abejas que estaban de
guardia se lo impidieron.
-¡No se entra!-le dijeron fríamente.
-¡Yo quiero entrar!-clamó la abejita-. Esta es mi colmena.
-Esta es la colmena de unas pobres abejas trabajadoras -le contestaron las
otras-. No hay entrada para las haraganas.
-¡Mañana sin falta voy a trabajar!-insistió la abejita.
-No hay mañana para las que no trabajan - respondieron las abejas, que saben
mucha filosofía.
Y esto diciendo la empujaron afuera.
La abejita, sin saber qué hacer, voló un rato aún; pero ya la noche caía y se
veía apenas. Quiso cogerse de una hoja, y cayó al suelo. Tenía el cuerpo
entumecido por el aire frío, y no podía volar más.
Arrastrándose entonces por el suelo, trepando y bajando de los palitos y
piedritas, que le parecían montañas, llegó a la puerta de la colmena, a tiempo
que comenzaban a caer frías gotas de lluvia.
-¡Ay, mi Dios!-clamó la desamparada-. Va a llover, y me voy a morir de frío.
Y tentó entrar en la colmena.
Pero de nuevo le cerraron el paso.
-¡Perdón!-gimió la abeja-. ¡Déjenme entrar!
-Ya es tarde-le respondieron.
-¡Por favor, hermanas! ¡Tengo sueño!
-Es más tarde aún.
-¡Compañeras, por piedad! ¡Tengo frío!
-Imposible.
-¡Por última vez! ¡Me voy a morir! Entonces le dijeron:
-No, no morirás. Aprenderás en una sola noche lo que es el descanso ganado con
el trabajo. Vete.
Y la echaron.
Entonces, temblando de frío, con las alas mojadas y tropezando, la abeja se
arrastró, se arrastró hasta que de pronto rodó por un agujero; cayó rodando,
mejor dicho, al fondo de una caverna.
Creyó que no iba a concluir nunca de bajar. Al fin llegó al fondo, y se halló
bruscamente ante una víbora, una culebra verde de lomo color ladrillo, que la
miraba enroscada y presta a lanzarse sobre ella.
En verdad, aquella caverna era el hueco de un árbol que habían trasplantado
hacía tiempo, y que la culebra había elegido de guarida.
Las culebras comen abejas, que les gustan mucho. Por esto la abejita, al
encontrarse ante su enemiga, murmuró cerrando los ojos:
-¡Adiós mi vida! Esta es la última hora que yo veo la luz.
Pero con gran sorpresa suya, la culebra no solamente no la devoró sino que le
dijo:
-¿Qué tal, abejita? No has de ser muy trabajadora para estar aquí a estas
horas.
Es cierto -murmuró la abejita-. No trabajo, y yo tengo la culpa.
-Siendo así-agregó la culebra, burlona-, voy a quitar del mundo a un mal bicho
como tú. Te voy a comer, abeja.
La abeja, temblando, exclamó entonces:
-¡No es justo eso, no es justo! No es justo que usted me coma porque es más
fuerte que yo. Los hombres saben lo que es justicia.
-¡Ah, ah!-exclamó la culebra, enroscándose ligero-. ¿Tú conoces bien a los
hombres? ¿Tú crees que los hombres que les quitan la miel a ustedes, son más
justos, grandísima tonta?
-No, no es por eso que nos quitan la miel -respondió la abeja.
-¿Y por qué, entonces?
-Porque son más inteligentes.
Así dijo la abejita. Pero la culebra se echo a reír, exclamando:
-¡Bueno! Con justicia o sin ella, te voy a comer; apróntate.
Y se echo atrás, para lanzarse sobre la abeja. Pero ésta exclamó:
-Usted hace eso porque es menos inteligente que yo.
-¿Yo menos inteligente que tú, mocosa?- se rió la culebra.
-Así es- afirmó la abeja.
-Pues bien- dijo la culebra-, vamos a verlo. Vamos a hacer dos pruebas. La que
haga la prueba más rara, ésa gana. Si gano yo, te como.
-¿Y si gano yo?- preguntó la abejita.
-Si ganas tú -repuso su enemiga-, tienes el derecho de pasar la noche aquí,
hasta que sea de día. ¿Te conviene?
-Aceptado- contestó la abeja.
La culebra se echó a reír de nuevo, porque se le había ocurrido una cosa que
jamás podría hacer una abeja. Y he aquí lo que hizo:
Salió un instante afuera, tan velozmente que la abeja no tuvo tiempo de nada. Y
volvió trayendo una cápsula de semillas de eucalipto, de un eucalipto que
estaba al lado de la colmena y que le daba sombra.
Los muchachos hacen bailar como trompas esas cápsulas, y les llaman trompitos
de eucalipto.
-Esto es lo que voy a hacer- dijo la culebra-. ¡Fíjate bien, atención!
Y arrollando vivamente la cola alrededor del trompito como un piolín la
desenvolvió a toda velocidad, con tanta rapidez que el trompito quedó bailando
y zumbando como un loco.
La culebra reía, y con mucha razón, porque jamás una abeja ha hecho ni podrá
hacer bailar a un trompito. Pero cuando el trompito, que se había quedado
dormido zumbando, como les p